Ruta en furgoneta desde España a las repúblicas bálticas: 24 días atravesando Europa de sur a norte (y viceversa)

Hemos vivido muy poquitas experiencias viajeras tan intensas como esta ruta en furgoneta desde España a las repúblicas bálticas. Y es que, a lo largo de 24 días absolutamente increíbles, fuimos con nuestra casita rodante desde Madrid hasta Tallin, atravesando Francia, Luxemburgo, Alemania, Polonia, Lituania, Letonia y Estonia. Entre ir y volver fueron más de 10.000 kilómetros cargados de experiencias increíbles y destinos que siempre guardaremos en lo más profundo de nuestro corazón. En este artículo intentamos condensar este viaje y enseñaros todo lo que vimos e hicimos en ese inolvidable viaje de verano en furgoneta.

Introducción: las repúblicas bálticas en furgoneta

Sentimos si nos hemos puesto un pelín sensibles con ese primer párrafo, pero es que no hay una manera menos intensa de presentar un viaje como este. Llevábamos ya mucho tiempo queriendo ir a las bálticas, pues sus ciudades, pueblos y espacios naturales parecían (como más tarde comprobamos) ser de lo más bonito de Europa.

De Madrid a Tallin hay unos 4.000 kilómetros repartidos en 40 horas de conducción. Pero, obviamente, no nos limitamos a subir y a bajar, sino que hicimos decenas de paradas para conocer todo lo que estaba en el camino. Eso hizo que la distancia total del viaje se fuese por encima de los 10.000 kilómetros.

La parte principal del viaje estuvo protagonizada por una ruta de 12 días por las bálticas, dedicándole más o menos 4 jornadas a cada país. Aparte de eso, echamos cuatro días en Polonia, dos en Alemania, dos en Francia y uno en Luxemburgo. El resto fue conducir, aunque la verdad es que fue una ruta muy bien repartida y que en ningún momento se nos hizo pesada.

En este artículo, como ya hemos dicho, os vamos a enseñar todo lo que vimos en uno de los roadtrips de nuestra vida. 24 días que comenzaron saliendo del trabajo un viernes cualquiera y que acabaron con la sensación de que habíamos ido a un sitio excepcional.

Diario de abordo

Cómo es la ruta

Cuando organizamos rutas largas por Europa en furgoneta, normalmente dedicamos los dos o tres primeros días a hacer un montón de kilómetros. Con paradas breves para que no se haga muy pesado, pero tratando de avanzar lo máximo posible.

En este caso, atravesamos Francia del tirón, hicimos una breve paradita en Luxemburgo, atravesamos también Alemania del tirón e hicimos un par de paradas más a la que cruzábamos Polonia de oeste a este.

Una vez llegamos a Kaunas ya bajamos el ritmo, pues las bálticas han de ser disfrutadas con pausa. Y eso fue exactamente lo que hicimos: exprimir Lituania, Letonia y Estonia. Visitamos sus principales destinos, descubriendo una insólita variedad de posibilidades que incluso a día de hoy nos sigue abrumando.

La vuelta también fue más tranquila, pues hicimos paradas en Polonia, en Francia y Alemania. Normalmente en este tipo de excursiones buscamos destinos menos conocidos, de esos en los que solo suele ver turismo local.

Planning día a día

Día 1: tal y como hemos avisado, el primer día se redujo básicamente a «carretera y manta». Salimos del trabajo a las 14:00, fuimos a casa a por la furgoneta y nos hicimos toda la A-1. Le pegamos también un buen mordisco a Francia, ya que dormimos pasado Burdeos. Esto último es súper importante, ya que es una ciudad con un tráfico malísimo y a la mañana nos hubiésemos comido un atasco de varias horas.

Día 2: Luxemburgo: tras otro buen empujón (ocho horas, más o menos) llegamos al Gran Ducado de Luxemburgo a la hora de comer. Allí nos esperaba Luxemburgo ciudad, una urbe trepidante y cuya zona histórica ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por muchísimos motivos. Solo pasamos unas pocas horas allí, pero fueron suficientes para ir dándonos cuenta de que se trataba de un viaje épico.

Día 3: Vianden y muchos kilómetros: a la mañana siguiente, aprovechamos para visitar la pequeña localidad de Vianden. En concreto, fuimos a su curiosa Central Hidroeléctrica y a su increíble Castillo.

Una vez cogimos fuerzas, nos echamos a la carretera e hicimos casi mil kilómetros para atravesar Alemania de punta a punta. Hicimos noche en algún punto entre Berlín y la frontera con Polonia.

Día 4: Poznan y Torun: la verdad es que no empezamos con muy buen pie en Polonia, ya que el país nos recibió con un tiempo malísimo (de hecho, no parábamos de recibir sms diciendo que las riadas iban a sucederse). Sin embargo, ni la peor tormenta puede con una ciudad tan bonita como Poznan. Su colorida Plaza del Mercado nos recibió con los brazos abiertos.

Misma cosa se podría decir de Torun, la ciudad en la que nació Copérnico. Medio día fue suficiente para dejarnos absolutamente enamorados de sus calles, sus murallas y un montonazo de edificios interesantes.

Día 5: Gdansk y el Castillo de Malbork: el tiempo amainó y Gdansk nos recibió con su versión más animada. Recorrer la infinita Ulica Dluga es sinónimo de caminar por una de las calles más bonitas de Europa. A ella hay que sumarle un bonito y animado puerto, el cual es de lo mejorcito que se puede visitar en el Mar Báltico.

Por si eso fuera poco, a la tarde fuimos hasta Malbork, el castillo más grande del mundo construido en ladrillo. Sus inquebrantables muros de color rojo ofrecen una de las siluetas más características del país.

Día 6: Kaunas y la Colina de las Cruces: en el día sexto llegamos a las repúblicas bálticas. Empezamos por Kaunas, una de las ciudades con más patrimonio arquitectónico de toda Lituania. Es un excelente punto de partida para conocer la zona.

A la tarde, no sin antes conducir un buen rato, llegamos hasta el santuario de la Colina de las Cruces. El nombre es descriptivo a más no poder, pues en una pequeña montañita hay más de 100.000 cruces clavadas desde hace siglos.

Día 7: Istmo de Curlandia: llegamos de nuevo al Mar Báltico, para tomar un ferry e ir a visitar el Parque Nacional del Istmo de Curlandia. La Colina de las Brujas y la Duna de Nagliai son sus principales señas de identidad, aunque la zona tiene muchos otros ases guardados en la manga.

Día 8: Klaipeda, Liepaja y Kuldiga: al ladito del Istmo de Curlandia (de hecho, el ferry sale desde allí) está la ciudad de Klaipeda, uno de los grandes puntos de encuentro para la vida cultural lituana. Fue la última visita a este país por unos días, ya que tocaba seguir subiendo.

La ruta nos llevó a entrar en Letonia, a través de una de sus ciudades más vibrantes: Liepaja. La urbe melómana por antonomasia ofrece muchísimos atractivos turísticos, todos ellos conectados entre sí por un itinerario cultural que hace de la música su hilo conductor.

Para terminar el día y exprimir hasta el último rayo de sol, el pequeño pueblo de Kuldiga nos estaba esperando. Bucólico y decadente, pero a la vez lleno de magia, es uno de los principales destinos del turismo rural en Letonia.

Allí encontramos algo que no esperábamos: las cascadas más anchas de Europa. Son las Ventas Rumba, con 270 metros de ancho… y solo dos de alto.

Día 9: Parque Nacional de Slitere: no nos cansamos de repetir una y otra vez que Slitere es uno de los sitios más mágicos que hemos visitado nunca. En este espacio protegido visitamos humedales, la tumba de un hombre lobo, un cementerio de barcos soviéticos, un museo con cientos de astas de cuerno, una playa en la que estaban haciendo un festival folclórico…

Día 10: Riga: la primera capital que visitamos fue la de Letonia. Las expectativas estaban altísimas y aun así fueron superadas, ya que se trata de una ciudad de primer nivel. Aunque todavía se notan los ecos de la destrucción que dejó a su paso la II Guerra Mundial, lo cierto es que la capital letona ha recuperado todo el color y es uno de los sitios más animados de todas las repúblicas bálticas.

Día 11: Parque Nacional de Soomaa: ya en Estonia, nuestra primera para fue en Soomaa, un tremendo parque natural en el que hicimos dos bonitas rutas de senderismo (Riisa Opperada y Ingatsi Opperada) y un tranquilo descenso en canoa. No os podéis imaginar los paisajes que visitamos, más propios de otro planeta que del nuestro.

Día 12: Saaremaa: aunque la ruta por tierras estonias empezó con fuerza, no bajó la calidad ni un ápice. De hecho, la visita a la isla de Saaremaa fue una de las cosas que más nos gustaron de todo este largo viaje. Disfrutamos del lugar a través de sus playas, sus islas e incluso su mostaza artesanal, de la cual nos trajimos una buena muestra a casa.

Día 13: Rummu Quarry, Tallin y Cascada de Jägala: la tercera jornada por Estonia fue tremendamente variada. Empezamos en Rummu Quarry, un complejo a medio camino entre una prisión abandonada y una antigua cantera. Hoy en día funciona como parque acuático.

Lo siguiente fue visitar Tallin. La capital de Estonia nos sorprendió gratamente, hasta el punto de que se convirtió de inmediato en una de nuestras capitales europeas favoritas. Absolutamente imprescindible, valdría incluso como destino de fin de semana (no es difícil encontrar vuelos baratos hasta aquí).

Por último, cogimos la furgo y nos fuimos hasta la Cascada de Jägala, la más alta de Estonia. En verano no ofrece su cara más espectacular, pero aun así vale la pena.

Día 14: Parque Nacional de Lahemaa y Tartu: el día 14 supuso un punto de inflexión en el viaje, ya que llegamos al punto más septentrional del mismo: el Cabo Purekkari, uno de los muchísimos atractivos de Lahemaa. Es el punto más al norte de Estonia.

Emprendimos una larga y fructífera vuelta a casa, no sin antes hacer una última parada en Estonia. Visitamos Tartu, una ciudad universitaria en la que su principal atractivo es el coqueto barrio de Supilinn, con sus casitas de madera.

Día 15: Parque Nacional de Gauja: aun tuvimos tiempo de pasar un día completo en Letonia. Aprovechamos para dejarnos caer por Cesis, una ciudad medieval con el castillo más famoso de la zona.

Hablando de castillos, también fuimos a Sigulda, Krimulda y Turaida, donde nos esperaban varias fortalezas de épocas muy diferentes. Tanto estas tres ciudades como Cesis forman parte del Parque Nacional de Gauja.

Día 16: Vilna y el Castillo de Trakai: el periplo por las bálticas iba tocando a su fin, pero aun nos quedaba la capital de Lituania. En Vilna disfrutamos de un día inolvidable en el que pusimos al límite nuestros pies, ya que la ciudad es enorme.

Eso sí, antes de caer desfallecidos en la furgo visitamos el Castillo de Trakai. Después de haber visto tantas fortalezas en las bálticas, aun había tiempo para una joyita más.

Día 17: Gruto Parkas y mucha carretera: la última parada en Lituania fue en Gruto Parkas, un parque temático soviético que también es conocido como Stalin’s World. Esculturas de mandatarios comunistas conviven con osos y avestruces, creando uno de los ecosistemas más raros que hemos visitado nunca.

Tras esta peculiar visita, nos echamos a la carretera y atravesamos Polonia de norte a sur. Fueron casi diez horas de conducción: una pequeña inversión a cambio de tener una vuelta a casa mucho más tranquila. De hecho, aun nos quedaba una semana de viaje.

Día 18: Zakopane, la Iglesia de San Miguel Arcángel (Debno) y el Castillo de Niedzica: si habíamos ido tan al sur fue para visitar Zakopane, una de las ciudades más turísticas de Polonia. A nosotros no nos gustó demasiado, pero es innegable que se trata de un destino muy popular.

No muy lejos de allí está la Iglesia de San Miguel Arcángel, en el pequeño pueblo de Debno. Es un templo de madera en el que se conserva la policromía más antigua del continente europeo.

Por último, nos pusimos el traje de cazafantasmas y fuimos al Castillo de Niedzica, una fortaleza asociada a espíritus y leyendas siniestras desde hace muchísimos años. Nosotros disfrutamos de un día soleado y sin ningún tipo de suceso fuera de lo normal.

Día 19: Breslavia / Wroclaw: la última parada en Polonia fue en la popular ciudad de Breslavia, también conocida como Wroclaw. Disfrutamos como niños buscando a los centenares de gnomos que hay repartidos por todo el casco urbano, aunque la verdad es que fuimos sobrepasados por tantísimo patrimonio.

Día 20: Parque Nacional de la Suiza Sajona: para la vuelta a casa decidimos hacer un esquema de cuatro horas al día de conducir y una visita allá donde pillase, para que no se hiciese tan pesada. El primer día de ese planteamiento nos llevó hasta el Parque Nacional de la Suiza Sajona, que a la postre sería una de las grandes sorpresas del viaje. Hicimos una ruta de senderismo larguísima (casi 20 kilómetros) entre sus más de mil montañas de arenisca.

Día 21: Ulm y el Castillo de Lichtenstein: la siguiente parada que hicimos en tierras alemanas fue en Ulm, la ciudad de nacimiento de Albert Einstein. No es el sitio más conocido del mundo, pero la verdad es que disfrutamos muchísimo allí.

A la tarde hicimos una breve parada en el Castillo de Lichtenstein, construido en el siglo XIX bajo la inspiración de una novela. Lo que en el momento fue una ensoñación del sobrino de un poderoso duque hoy es una de las imágenes más populares de los Montes Suabos.

Día 22: Belfort: ya en Francia, tuvimos tiempo de visitar Belfort. Allí nos esperaba un león de más de 20 metros de largo y 10 de alto, erigido entre 1872 y 1879 para conmemorar la resistencia de la ciudad durante el conflicto franco-prusiano.

Día 23: Thiers: por último, fuimos a la que es conocida como la capital de la cuchillería francesa. Esta ciudad es el mejor ejemplo de por qué nos gusta tanto viajar por Francia, ya que no sabíamos absolutamente nada de ella pero encontramos una auténtica caja de sorpresas. Fue el broche de oro perfecto a un viaje que ya de por sí había sido increíble.

Día 24: la última jornada se redujo a comprar croissants para la familia y conducir ocho horitas hasta casa. Llegamos a media tarde cansados, un poco ñoños pero con la sensación de haber exprimido el verano.

Resumen por país

Haciendo balance, el viaje se quedó así:

  • Lituania: 4 días
  • Letonia: 4 días
  • Estonia: 4 días
  • Polonia: 4 días
  • Francia: 2 días
  • Alemania: 2 días
  • Luxemburgo: 2 días
  • Carretera: 2 días

Cuando contamos este viaje a amigos o familiares, lo primero que hacen es preguntarnos si se nos hicieron pesados tantos kilómetros. Y la verdad es que no, pues quitando el tirón inicial, luego hicimos distancias generalmente breves.

Un buen truco es visitar algo, hacer un par de horas de coche, visitar algo, hacer otro poquito de coche… Así los días son muy amenos y se cubre todo el terreno sin que se haga pesado.

Mapa turístico

Para que os hagáis una idea de cómo fue esta ruta por Europa, aquí os dejamos un mapa turístico con todo lo que vimos e hicimos:

Información general sobre el viaje

Teniendo en cuenta que todo el viaje se hizo en los límites de la Unión Europea, con dar unas pinceladas muy básicas sobre documentación es más que suficiente: con el DNI podréis entrar en todos lados, no hace falta visado ni ponerse vacunas, el carnet de conducir español os vale para moveros, utilizan el euro…

Las carreteras europeas son una pasada, con un estado de conservación excelente y los principales destinos unidos entre sí por autovías. Incluso en Polonia (el país menos desarrollado de todos) o en las bálticas (que parecen un destino algo más remoto) la red de carreteras era excelente. Eso sí: mucho ojito con los límites de velocidad, al volante cero alcohol (la tasa permitida cambia por país) y si os para la policía colaborad al máximo.

Precisamente, andábamos un poco preocupados por la policía, ya que habíamos leído que es frecuente que pidan sobornos si te enganchan en una población pequeña o cuando cae el sol. Sin embargo, nosotros no tuvimos ningún problema, por lo que solo podemos decir que en términos de seguridad fue un viaje de lo más tranquilo.

Por último, si hacéis un viaje como este, no dudéis en aprovechar las diferencias regionales: comprad queso en Francia, cerveza en Alemania o aprovechad los precios bajos de Polonia. Cada país es un mundo y Europa es tremendamente diversa, por lo que simplemente entrar a un supermercado se puede convertir en algo fascinante si estáis yendo de país a país.

Consejos finales

Terminamos con algo básico: recomendando que hagáis un viaje como este. Si nunca os habéis planteado algo parecido, no lo dudéis ya que cambiará vuestra vida. Ni siquiera hace falta un presupuesto elevado o ir con una furgoneta súper equipada (aprovechamos para dejaros aquí nuestra guía de camperización). Con que tengáis ganas podréis llegar a cualquier parte.

Las bálticas fueron las protagonistas del viaje, aunque también Polonia y el resto de países. Incluso en las horas que echamos en la carretera, escuchando podcasts o teniendo profundas conversaciones sobre la vida, experimentamos esa maravillosa sensación de abrir la mente que solo viajando se puede sentir.

Terminamos en este momento y en estas líneas de escribir más de cien posts sobre este viaje. Justo a medio camino entre este viaje y el del verano que viene. ¿A dónde nos llevará? No lo sabemos, pero ojalá sea tan guay como este.

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