El Castillo de Lichtenstein es uno de los lugares más emblemáticos del suroeste de Alemania. Ubicado en el corazón de los Montes Suabos (una pequeña sierra a unos 40 kilómetros de la ciudad de Stuttgart), se trata de un conjunto inspirado en una novela. Su aspecto no responde al paso de los siglos, sino más bien a los aires de grandeza de una familia nobiliaria que a día de hoy sigue ostentando la propiedad del castillo.
Un friki en el siglo XIX
La verdad es que esta es una de las historias más curiosas que hemos escuchado. Aunque lo cierto es que en estas montañas hay decenas de fortalezas como esta, y que incluso en su misma ubicación hubo un castillo entre los siglos XIII y XIV, el de Lichtenstein es un recinto único.
Lo primero que tenemos que decir es que no hay que confundirlo con Liechtenstein (el país), pese a que su nombre sea bastante similar. Ni siquiera con un castillo como tal, ya que nunca tuvo la función que se le presupone a este tipo de edificios militares.
Hay que ir hasta comienzos del siglo XIX, cuando el rey Federico I de Wurtemberg construyó un pequeño pabellón de caza. Cuatro décadas más tarde estos territorios pasaron a manos de su sobrino, que fue el que se encargó de construir lo que hoy se conoce como el Castillo de Lichtenstein.
Al parecer, lo hizo inspirado en la novela Lichtenstein, escrita por unos de los miembros más representativos de la escuela suaba de poesía: Wilhelm Hauff. Como Guillermo de Urach (el sobrino en cuestión) tenía una gran fortuna, se puso en manos del prestigioso arquitecto Carl Alexander Heideloff y juntos llevaron a cabo un castillo neogótico espectacular.
Su silueta, encaramada sobre lo alto de una pequeña montaña, nos lleva al apogeo del romanticismo en Alemania. Vamos, que solo falta por allí el caminante sobre el mar de nubes dando un paseo y ya tenemos el cuadro montado.
Visitar el Castillo de Lichtenstein y sus alrededores
La visita al Castillo de Lichtenstein es una de las excursiones más habituales desde Sttutgart. No se tarda ni una hora en coche desde allí y el sitio se recorre en una mañana o una tarde, por lo que es un plan tipiquísimo si se está en la capital de Baden-Wurtemberg.
Hay dos maneras de llegar hasta el castillo: caminando desde el pequeño pueblo de Honau, a sus pies; o subiendo directamente en coche, pues al lado tenéis un aparcamiento. La primera opción os permitirá conocer el bosque cercano y ahorraros los 2€ que cobran por aparcar (hasta las 18:00, a partir de ahí es gratis). La segunda opción es, obviamente, más rápida.
El castillo no se puede visitar ni en enero ni en febrero, pero sí el resto del año. Estos son sus horarios de apertura:
- Marzo, noviembre y diciembre: de 10:00 a 16:00.
- De abril a octubre: de 9:00 a 17:30.
La entrada cuesta 8€ e incluye una visita guiada de media hora por el interior y un paseo por libre por los jardines. Si solo os interesa esta última opción, podéis acceder a los mismos por tan solo 2€ por persona.
En los alrededores del castillo tenéis un par de restaurantes, mucho bosquecito e incluso una zona de multiaventura (de esas en las que se trepan por los árboles).
Da igual si entráis al castillo o no, igualmente merece la pena ir hasta él. Tiene una ubicación espectacular, así que simplemente pasear por los alrededores y buscar los diferentes perfiles de la fortaleza se puede convertir en una actividad súper interesante.