Si habéis leído nuestro post con todo lo que ver en Tartu, habréis visto que esta ciudad del sureste de Estonia nos encantó. Y si lo hizo fue por sitios como Supilinn, el barrio que protagoniza este artículo. Ubicado al norte de la ciudad, se trata de un excelente representante de cómo los barrios marginales del norte de Europa han evolucionado y se han convertido en áreas residenciales de lo más cotizadas.
En el caso de Supilinn, sin duda gracias a sus estupendas casitas de colores hechas en madera. En este artículo os enseñamos la historia del barrio y os proponemos una sencilla ruta para que le saquéis todo el partido.
De lugar marginal a sitio de moda en pocos años
Precioso, auténtico, único: adjetivos que se quedan cortos pero que sirven para situar las expectativas relativas a una visita a Supilinn. Y es que este pequeño barrio del norte de Tartu es una joyita que justifica por sí sola la visita a la ciudad.
En sus orígenes era un lugar desfavorecido. De hecho, era un humedal en el que nadie quería vivir, en el cual se establecieron en el siglo XIX las diferentes familias de obreros que llegaban a Tartu para trabajar en la enorme fábrica de cerveza que A. Le Coq tenía en la ciudad.
El nombre de Supilinn es posterior al propio barrio. Como las calles adquirieron nombres de humildes alimentos (Calle del Guisante, Calle del Melón, Calle de la Patata, etcétera), se le puso al distrito el apelativo de Ciudad de la Sopa. En estonio, Supilinn.
Cuando Tartu sufrió los estragos de la II Guerra Mundial, la ciudad fue destruida casi por completo. Sin embargo, como era lógico, se bombardearon las zonas de mayor interés. ¿Qué sentido tenía destruir unas pobres casas de madera en medio de un humedal? Esa lógica fue la que permitió que el barrio llegase a nuestros días, siendo un gran testigo de cómo eran este tipo de barriadas humildes en las ciudades del norte de Europa.
En la segunda mitad del siglo XX, el barrio se convirtió en un lugar tirando a marginal, en el que había problemas de delincuencia y riesgo de exclusión social. La dinámica la cambiaron los estudiantes que acudían a matricularse en la universidad de Tartu, pues al fin y al cabo necesitaban un alojamiento que fuese económico.
Así es como cambió la dinámica de Supilinn. Poco a poco empezó a adquirir una atmósfera a medio camino entre lo bohemio y lo hogareño. Todas sus casas fueron incrementando su valor, restaurándose y presentándose en la actualidad en un perfecto estado. Vamos, que sin comerlo ni beberlo se ha convertido en uno de los barrios más bonitos de la ciudad.
Ruta por las casas de madera de Supilinn
Por si esto fuera poco, llegar a Supilinn es relativamente sencillo. Podéis hacerlo de dos maneras:
- Directamente desde la Plaza del Ayuntamiento, recorriendo de sur a norte la preciosa Calle Rüütli.
- Descendiendo desde Toomemägi. Para salvar la ladera de la colina, encontraréis unas largas escaleras en las que es frecuente encontrar a gente haciendo deporte.
Una vez lleguéis a Supilinn, la visita no podría ser más sencilla. Básicamente hay tres calles que atraviesan el barrio de sur a norte: Tähtvere, Herne y Oa. Yendo de arriba a abajo y visitando todas las perpendiculares disfrutaréis de decenas de ejemplos de casitas de madera.
Mención aparte merecen las calles más chiquititas, como Lepiku o Allika. Por ellas no suelen pasarse los turistas, así que son las más auténticas y las que más reflejan el modo de vida actual de Supilinn.
Con unos tres cuartos de hora es tiempo más que suficiente para recorrer el barrio y disfrutar de sus coloridas casas de madera. Da igual si es al principio, en el medio o al final de la visita a Tartu: no podéis iros de allí sin ir a Supilinn.