Qué ver en Gruyères, el pueblecito famoso en el mundo entero por su queso

Gruyères es uno de esos destinos que nunca fallan. Su acogedor casco histórico, el impresionante castillo que lo custodia desde las alturas y las fascinantes montañas sobre las que se asienta ya son motivos más que suficientes para visitarlo. Teniendo en cuenta que además es una localidad famosa en el mundo entero por elaborar uno de los quesos más apreciados de Suiza, queda claro que es una combinación ganadora. En este artículo os contamos qué ver y qué hacer en Gruyères, después de quedar absolutamente fascinados tras hacer una visita al pueblo y sus alrededores.

Edad Media con aroma a queso

Gruyères está en el corazón del Cantón de Friburgo, asentado sobre las faldas de unas suaves montañas prealpinas. Está en un entorno que responde a todo lo que cabría esperar de Suiza, con amplios campos verdes en primer plano y enormes montañas nevadas en el horizonte.

En ese contexto maravilloso surgió un pueblo que ha llegado hasta nuestros días en perfecto estado de conservación. A ello ha contribuido notablemente su castillo, uno de los más impresionantes de toda Suiza. En él vivieron primero condes y después políticos, hasta que se musealizó en la primera mitad del siglo XX.

De hecho, su propuesta turística no podría estar mejor planteada. Pese a que es el típico pueblo en medio de una colina, llegar hasta él no podría ser más cómodo. En la parte baja de Gruyères se han establecido varios aparcamientos de grandes dimensiones, en los que podréis dejar vuestro vehículo a un módico precio (un franco la hora). Desde allí, tras cinco minutos caminando por unas suaves pendientes, llegaréis al corazón del pueblo.

En Gruyères encontraréis uno de los pueblos medievales más adorables de Suiza. No es muy grande, pero ni falta que hace. Además, tal y como hemos dicho en la introducción, seguramente su nombre os suene por el famoso queso gruyer, una de las variedades más famosas a nivel mundial. Edad Media y queso: ¡un destino irresistible!

Dicho sea de paso, Gruyères forma parte de la red de Los Pueblos Más Bonitos de Suiza, una asociación que aglutina a la flor y nata del turismo rural del país. Seguid leyendo y veréis que esto no es por casualidad.

Turismo en Gruyères

Rue du Bourg

El casco histórico de Gruyères tiene dos calles: la Rue du Bourg, que es la arteria principal y en cuya superficie está casi todo lo que visitaréis allí; y la Rue de l’Église, donde obviamente se encuentra la iglesia del pueblo.

Centrándonos en la primera, se trata de algo a medio camino entre una larga calle y una amplia plaza. En la Rue du Bourg encontraréis absolutamente de todo: tiendas, galerías de arte, creperías, restaurantes, fuentes…

Nada más entrar en ella os toparéis con la Oficina de Turismo, donde podéis obtener un pequeño mapa turístico de Gruyères y también recibir información sobre todo lo que podéis hacer allí.

En cuando la Rue du Bourg se amplia un poco, os sentiréis delante de tantos estímulos que no sabréis ni qué hacer. Si bien es cierto que recorrerla de arriba a abajo no debería llevar más de cinco minutos, no esperéis iros de allí sin dedicarle al menos una o dos horas. Es un sitio fascinante, en el que cada casita, cada tienda o cada restaurante tienen algo especial.

Como hemos dicho, incluso tenéis en ella dos galerías de arte: la Galerie Singulière Le Bonnet Rouge, a mano izquierda; y la Galerie du Calvaire, justo en el edificio que separa la Rue du Bourg de la Rue de l’Église.

Nuestra principal recomendación es que, como si se tratase de la típica ciudad de un videojuego, exploréis toda la calle al máximo. Sin embargo, si queréis una explicación un poco más concreta, os recomendamos que vayáis a la Chocolaterie de Gruyères (justo al principio de la calle, a mano derecha), donde podréis disfrutar del mejor chocolate suizo de mil maneras posibles y a un precio tirando a razonable. Nosotros nos comimos un gofre con chocolate negro que aun nos pone la piel de gallina: ¡más rico imposible!

Castillo

Una vez le hayáis sacado todo el partido a la Rue du Bourg, continuad por ella y llegaréis de manera natural al Castillo de Gruyères. Este impresionante château es de lo mejorcito que se puede visitar en toda Suiza. Construido en el siglo XI, es una fortaleza que domina la región de manera solemne y contundente.

Podéis visitar el castillo todos los días, de 9:00 a 17:00 de noviembre a marzo y de 9:00 a 18:00 de abril a octubre. La entrada cuesta 12 francos, aunque el acceso es gratuito si tenéis Swiss Travel Pass. Lo malo es que no admiten perros, así que si tendréis que entrar por turnos en caso de viajar con vuestro perrete.

La visita dura más o menos una hora, durante la cual podréis recorrer sus principales estancias (muchas todavía pertrechadas con el mobiliario original), sus patios y sus miradores. De verdad: entrar al castillo es algo absolutamente obligado si estáis en Gruyères.

Bastión

No obstante, no es la única estructura defensiva que hay en la ciudad. Si no tenéis tiempo, ganas o dinero, podéis aprovechar ver otra que está abierta todo el tiempo y encima es gratuita. Según se llega a la Rue du Bourg desde la parte baja del pueblo, a mano izquierda (a la altura de la fuente) llegaréis al Bastión, un punto que defendía el acceso a Gruyères por ese lado de la colina. Allí podréis ver un portón, almenas y los muros propios de este tipo de elementos militares.

Museos y galerías de arte

Aparte del castillo, si os sentís ávidos de cultura Gruyères no os dejará en la estacada. En el casco histórico tenéis un par de museos que, por encima de cualquier cosa, os sorprenderán.

El primero de ellos es el Museo del Tíbet, en la zona alta (bastante cerquita del castillo). Es inconfundible, ya que en la fachada tienen las típicas banderas de plegarias de colores.

Por otro lado, justo al lado os espera el Museo de H. R. Giger, uno de los escultores y artistas gráficos más influyentes de Suiza entre finales del siglo XX y principios del XXI. Amigo de Dalí, fue un habitual de Hollywood, siendo uno de los grandes responsables de la saga Alien. Giger diseñó al propio extraterrestre, además de muchos escenarios de Alien, Alien 3 o Prometheus. Enfrente del museo está su propio bar, con la misma temática.

Iglesia de San Teodoro (Église Saint-Théodule)

Ya hemos hablado un par de veces de la Rue de l’Église: llegó el momento de entrar en ella. Recorriéndola llegaréis hasta la Iglesia de San Teodoro (Église Saint-Théodule), el principal edificio religioso de Gruyères. Es un templo espectacular, cuya silueta destaca muchísimo al estar al margen del casco histórico. Merece la pena contemplarla tanto desde lo alto como frente a ella.

Justo al lado de la iglesia está el cementerio, así como un pequeño parque con unas galerías hacia los alrededores. Subid las escaleras y asomaos, pues disfrutaréis de una excelente vista de los alrededores.

Capilla

Ya de vuelta al aparcamiento (o nada más salir de él, lo mismo da) os encontraréis con una bonita Capilla. No os vayáis de Gruyères sin echarle un ojo, pues también es muy bonita.

La Maison du Gruyères

Y, hablando de cosas que no podéis dejar de hacer, en los alrededores del casco histórico, a cinco minutitos en coche, tenéis otra visita más que obligada: La Maison du Gruyère. ¿Recordáis que aquí se produce el famoso queso gruyer, verdad? Bueno, pues en este espacio se ha creado un homenaje multidisciplinar a semejante manjar de dioses.

En La Maison du Gruyère encontraréis una tienda de productos tradicionales y un restaurante en el que poder degustar la mejor gastronomía suiza, pero también un excelente centro de interpretación en el que podréis aprender muchísimas cosas sobre el queso gruyer.

La visita a este último cuesta 7 francos, aunque el acceso está incluido con la Swiss Travel Pass. Según entréis os darán un estuchito con tres tipos de quesos gruyer, muestra de lo interactivo que es el museo. En él podréis ver, oler y tocar diferentes elementos relacionados con la producción del queso. Además, si vais en horario de mañana, podréis ver cómo elaboran producto allí mismo.

En definitiva, La Maison du Gruyères es una parada obligatoria, ya sea para empezar a hincarle el diente al pueblo o como broche de oro a una visita que, sin duda, os resultará inolvidable.

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