Qué ver en Santa María de Leuca, el talón de la bota italiana

Santa María de Leuca es el punto más al sur de la región de Puglia. Una mezcla entre santuario y fortaleza que, a la vez, ofrece al viajero un bonito pueblo, obras de ingeniería sin igual y también un montón de tradiciones fuertemente arraigadas en el cristianismo. En este artículo os enseñamos cómo visitar el lugar y todo lo que puede dar de sí.

El fin del mundo en versión italiana

Imaginad una enorme caja de zapatos, llamada Puglia, la cual viene a ser el taconcito de la bota de Italia. Dentro de ella habría una cajita más pequeña, en este caso llamada Salento, que sería algo así como el talón del tacón. Pues bien, todavía hay que imaginar una tercera caja: Santa María de Leuca. En este caso, hablaríamos de la base del talón del tacón: justo el extremo sur de esa parte de la península italiana.

Llegar hasta aquí es tirando a lento. Se puede llegar por el oeste (SS274) o por el este (SS275), pero en ambos casos son carreteras secundarias sinuosas y en las que pasar por decenas de rotondas está más que asegurado.

Sin embargo, una vez allí respiraréis una atmósfera única. Básicamente se puede visitar la zona del santuario o el propio pueblo, el orden da un poco igual. En cualquier caso, ambos lugares están en una ubicación privilegiada, que ha sido codiciada desde antiguo por su posición estratégica en los contactos entre oriente y occidente.

Esta especie de fin del mundo de Italia está fuertemente vinculado al cristianismo desde antiguo. Se dice que el propio San Pedro se detuvo a hacer una pausa aquí, en su camino hacia Roma. También se habla de un temprano milagro, cuando la Madonna di Leuca salvó a unos pescadores de perecer en una terrible tormenta en abril del año 365. Todo este simbolismo ha sido apuntalado por muchas visitas de papas, empezando ya en el siglo IV con Julio I. En tiempos recientes fue un lugar muy venerado por Benedicto XVI, que incluso tiene allí una estatua.

A nivel geográfico, en Santa María de Leuca podréis ver cómo se unen dos mares: el Jónico y el Adriático. Además, en los días claros se puede ver territorio de Albania, pues la costa del país balcánico se encuentra a escasos 100 kilómetros.

El Santuario de Santa María de Leuca

¿Cómo es la visita a Santa María de Leuca? Ahora que ya hemos hecho las presentaciones, es lo que queremos contaros. Y vamos a empezar por el santuario, a donde llegamos desde Otranto tras superar una infame cantidad de rotondas.

Llegamos al atardecer de un sábado de otoño, momento en el cual el sitio estaba tirando a vacío. De hecho, pudimos aparcar arriba del todo, aunque nos consta que esto es una quimera un domingo por la mañana o simplemente en temporada alta. Sea como fuere, encontramos el típico santuario con muchas cosas para ver. Nos recordó en cierta manera al Monasterio de Montserrat, solo que con el mar como telón de fondo.

Empezamos visitando el templo: la Basílica de Santa María de Finibus Terrae. Tiene más aspecto de fortaleza que de edificio religioso, ya que cuando se construyó el edificio actual (a mediados del siglo XVIII) estaban más que hartitos de siglos de conflictos. Por tanto, se creó una estructura que pudiese dar soporte a la fe, pero que a la vez sirviese de ayuda en tareas defensivas.

Aun así, la austeridad del exterior no tiene nada que ver con el patrimonio artístico del interior. Allí encontraréis frescos, un altar mayor excepcional y también un bonito órgano. La visita es gratuita y abre durante todo el día.

En las salas contiguas al santuario está el Museo Vito Mele, con una colección de pinturas y esculturas de arte contemporáneo. Nosotros lo encontramos cerrado.

Otro elemento muy representativo del lugar es el Faro de Leuca, construido a mitad del siglo XVIII. Fue encendido por primera vez en 1866, contando con una altura de luz de 150 metros: 100 sobre el nivel del mar por el propio acantilado y de 50 del faro. Es todo un hito de la ingeniería, por un funcionamiento que fue pionero para la época.

Justo a la entrada del santuario están tremenda escalinata que comunica el santuario con la ciudad (hay que echarle valor para subir a pie) y la Cascada Monumental, que no es otra cosa que el punto final del acueducto de Puglia. Este es otro hito de la ingeniería, con un proceso de construcción tortuoso a comienzos del siglo XX (las obras duraron más de 30 años, ya que fueron interrumpidas por la I Guerra Mundial). En las noches de verano se ilumina de manera artística, siendo todo un punto de atracción para el turismo local.

Por último, hay que poner en valor el excepcional entorno natural sobre el que se asienta el Santuario de Santa María de Leuca. Desde las alturas podréis disfrutar de unas vistas excepcionales, pero también iniciar un buen puñado de rutas de senderismo. En las inmediaciones se pueden visitar unas veinte cuevas, muchas de ellas con salida directa al mar.

Un paseo por el pueblo de Santa María de Leuca

Una vez visitéis el santuario, os recomendamos coger el coche y bajar hasta la zona del pueblo. Os llevará cinco minutos y os permitirá dar un paseíto por un lugar lleno de encanto.

Nosotros hicimos la visita ya al final de la tarde, apurando los rayitos de sol. Fuimos sin prisa, básicamente dedicándonos a recorrer el lungomare (el paseo marítimo) y a ir disfrutando de lo que aparecía ante nosotros. Vimos un par de iglesias (como la Iglesia de Cristo Rey), restos arqueológicos (como la Torre dell’Omomorto) y pasamos junto a muchos restaurantes con buena pinta.

Hay un elemento muy característico de la urbe: las villas del siglo XIX. Medio centenar de acomodadas mansiones que surgieron al calor de una fiebre turística en el sur del país. Sin embargo, el tema es complicado, pues al parecer, el pueblo de Santa María de Leuca sufrió unos daños tremendos durante la II Guerra Mundial. Eso llevó a la destrucción de muchas de ellas, pero también a la extracción de sus elementos metálicos para la producción de armas.

En la actualidad se conservan en perfecto estado unas diez o doce, pero aun así le dan un toque magnífico al resto del casco urbano.

Para terminar, algo obvio: desde el pueblo tenéis una vista estupenda del santuario en todo momento. No dejéis de mirar hacia él desde diferentes puntos, ya que su silueta es imponente y se convertirá en un recuerdo imborrable.

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