Kirkenes era una de las ciudades que más nos apetecía visitar en la región de Finnmark Oriental. Esta ciudad tiene muchas cosas que nos atraen: desde su condición ártica hasta la constada presencia de espías, pasando por una ubicación siempre tensa a escasos kilómetros de la frontera con Rusia. En este artículo os vamos a enseñar qué ver y qué hacer por allí.
Tabla de contenidos
De turismo en lo más recóndito de Noruega
Apenas 3500 personas viven de manera permanente en Kirkenes, una ciudad que tiene el estatus de capital de la región de Barens. Su remota ubicación en el extremo noreste del país, a unos 2000 kilómetros de la capital, hace que no sea el típico lugar de paso. Si vais aquí es porque realmente queréis visitarlo, no porque haya aparecido en el camino.
Kirkenes es un lugar clave en el control de las fronteras noruegas. Tras la división que se realizó en el siglo XIX, pasó a ser una plaza muy codiciada. De hecho, durante la II Guerra Mundial fue tomada por las tropas de la Alemania nazi, que se aferró con uñas y dientes a su posesión. Se dice que fue el segundo lugar más bombardeado de todo el conflicto, solo por detrás de la isla de Malta.
Hoy en día Kirkenes es una ciudad tranquila, al menos en apariencia. Es la última parada del Hurtigruten, el mítico barco que recorre a diario las costas de Noruega. Además, resulta un punto de observación estupendo tanto para auroras boreales como para el sol de medianoche. Sin embargo, no está masificado en absoluto: como decimos, su ubicación no favorece.
No penséis que por no formar parte del circuito turístico habitual de Noruega es un sitio sin nada que hacer. Nosotros dimos un paseo por la ciudad y visitamos un montón de cosas (que ahora os enseñaremos), pero además Kirkenes tiene a disposición del viajero un catálogo de excursiones y actividades excepcional: salidas en barco para capturar ejemplares de cangrejo rey, rutas en trineo de perros, un Snowhotel hecho íntegramente con hielo… Ojito si os da por el senderismo, que en los alrededores de la urbe vive la mayor población de osos pardos del país.
Además, el nombre de Kirkenes se asocia inevitablemente al espionaje. Tanto la inteligencia noruega como el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (el FSB) tienen en la ciudad uno de sus mayores caladeros para reclutar agentes. Eso, como mínimo, asegura que la presencia de espías es constante. Quién sabe, lo mismo el amable heladero que pasea con su furgoneta en verano lleve una turbia vida a espaldas de sus clientes.
Turismo en Kirkenes
Iglesia
Empezamos la visita junto a la Iglesia de Kirkenes de pura casualidad, ya que aparcamos la furgoneta frente a ella. Es un edificio sencillo, construido a base de hormigón y cuya torre tiene la parte superior rematada en madera.
Arquitectura popular
La zona centro de Kirkenes tiene una parte peatonal y se recorre en pocos minutos. Os recomendamos tener como referencia la calle Dr. Wesselsgate, pues allí veréis alguna tiendecita mona y dos o tres restaurantes. Va a parar a una especie de «plaza mayor» en la que suelen poner puestos de comida rápida.
Paseando por sus calles se nota la influencia rusa. De hecho, los carteles están también en cirílico, algo poco común en Noruega.
Andersgrotta
Teniendo en cuenta que se registraron más de 300 bombardeos sobre Kirkenes durante la II Guerra Mundial, seguramente no os sorprenda que uno de sus principales atractivos turísticos sea la visita a un búnker. En este caso, el Andersgrotta abre a diario durante los meses de verano, en unas visitas guiadas que comienzan a las 12:30, duran media hora y tienen un coste de unos 20€ por persona.
Monumento a la Liberación Soviética
Aunque tras la guerra de Ucrania lo ruso tiene muy mala prensa en algunas zonas de Europa, Kirkenes quedó agradecido de por vida a sus vecinos por la lucha para echar a los nazis durante la II Guerra Mundial. Por eso, en la parte alta del pueblo encontraréis el Monumento a la Liberación Soviética, en el que todavía lucen la hoz y el martillo en agradecimiento a las tropas soviéticas.
Casa-Búnker
Cerca del puerto, al ladito del Thon Hotel (uno de los escasos alojamientos en la ciudad), hay una casa que puede pasar desapercibida pero que es realmente interesante. En apariencia es la típica cabaña residencial, pero está construida sobre un antiguo búnker alemán. Es un edificio que está en mal estado y que acabará desapareciendo si las autoridades no lo cuidan, pero que a día de hoy refleja lo duro que fue el conflicto en Kirkenes.
Museo de las Fronteras (Grenselandmuseet)
En las afueras se puede visitar el Museo de las Fronteras (Grenselandmuseet), una institución perteneciente al Museo de Varanger. En ella, como su propio nombre indica, se puede aprender mucho sobre la compleja relación que siempre ha existido entre rusos y noruegos.
Frontera con Rusia
Precisamente, no os podéis ir de Kirkenes sin acercaros a visitar la frontera con Rusia. Es un lugar tróspido a más no poder: un cartel indicando el final de la zona Schengen lleno de pegatinas (incluyendo una nuestra), un perro atado a un palo al que puedes alimentar a cambio de una donación (terrible), una tienda que vende souvenirs de dudosa calidad…
Ojo, que allí no se andan con chiquitas. A eso de las cinco de la tarde vimos como una funcionaria noruega echó el pestillo (literalmente) a la frontera y la dejó cerrada hasta el día siguiente. Al otro lado vimos a militares rusos, los cuales no parecían especialmente hospitaliarios.
Os recomendamos ir para allá si tenéis ocasión, en pocos lugares se palpan tanto las miserias de la geopolítica actual como en uno como este.
Grense Jakobselv
Justo desde la frontera, en paralelo al río, sale una pequeña carretera que lleva hasta Grense Jakobselv, un pequeño pueblo que bien haríais en visitar. En pocos lugares tendréis el Océano Ártico tan cerquita de vosotros (literalmente os podréis bañar) como en este.
Cascadas de Skoltefossen
Por cierto, en los alrededores de Kirkenes también están las Cascadas de Skoltefossen, un caudaloso salto de agua que también resulta súper interesante.
