El Río Ródano, el Imperio Romano, los cuadros de Van Gogh… No, no estamos estudiando para un examen del colegio, sino haciendo un pequeño repaso a algunos de los atractivos turísticos que podréis encontrar en Arlés, una pequeña ciudad del sureste de Francia. Un destino turístico que tiene mucho que ofrecer al viajero y en la que el arte, la arqueología o la buena gastronomía se dan la mano.
Tabla de contenidos
Turismo en Arlés, donde la Historia se respira en cada calle
Arlés es una de esas ciudades que funcionan bien para prácticamente cualquier tipo de viajero. Por un lado, tiene la entidad suficiente para acoger un viaje de dos o tres días: mucho patrimonio, una excelente vida cultural, una riquísima propuesta gastronómica y excursiones de primer nivel a tiro de piedra. Sin embargo, también puede ser una parada perfecta en el marco de una ruta más grande, pues está perfectamente comunicada, su casco histórico es chiquitito y todo se visita con una gran sencillez.
Todo lo dicho en el párrafo anterior no es casualidad, sino que responde a un entorno geográfico privilegiado (a su paso por Arlés, el Ródano se divide en dos brazos, formando un fértil delta) que fue el caldo de cultivo perfecto para ser poblado desde muy antiguo. De hecho, el Imperio Romano estableció aquí una de sus primeras colonias fuera de la Península Itálica.
Fruto de esa temprana colonización, en Arlés se vivió un gran desarrollo en época romana que marcó la ciudad para siempre. No solo con su trazado o su subsuelo, sino también con algunos edificios que a día de hoy siguen siendo de lo más visitado de la ciudad. Aunque la Edad Media no se portó especialmente bien con Arlés, ya que fue saqueada en varias ocasiones, su excelente ubicación hizo que siguiese siendo un buen enclave para que los comerciantes de toda Europa hicieran sus negocios en el sur de Francia.
Ya en época moderna, el desarrollo de los ferrocarriles hizo que en ciudades fluviales como Arlés bajase mucho la actividad. Sin embargo, este declive propició la llegada de Van Gogh, que fue a la ciudad atraído por la fama que tenía de tranquila. Lo que encontró fascinó al pintor neerlandés, hasta el punto de que hizo más de 300 producciones durante su estancia en la ciudad (algunas tan míticas como la Noche Estrellada sobre el Ródano o el Café de Noche).
Y así llegamos hasta el momento actual, en el que Arlés se presenta al mundo como una joya por descubrir. No es que sea precisamente un lugar secreto, pues incluso su casco histórico es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero quizá pase un poquito desapercibida al lado de gigantes como Montpellier, Marsella o destinos turísticos que hoy en día tienen más fama como Aviñón.
Nosotros solo podemos deciros que Arlés merece la pena, y mucho. Por eso, en la siguiente sección os vamos a enseñar sus principales puntos de interés: será imposible que no tengáis ganas de visitarla después de que veáis todo lo que tenemos que enseñaros.
Ruta de un día por Arlés
Plaza de la República
Para nosotros, no es concebible una visita por Arlés que no empiece en la animada y popular Plaza de la República. En ella no solo se encuentran algunos de los edificios más destacados de la ciudad, sino que también es un auténtico cruce de caminos entre gente local de todas las edades y turistas deseosos de recorrer el casco histórico.
Entramos en la plaza desde la Rue Jean Jeaurès, el recorrido lógico si se viene desde la cercana Oficina de Turismo (la cual está en el Boulevard des Lices). Llegando de ese modo, lo primero que veréis al llegar la Plaza de la República es el Obelisco de Arlés, una pieza de granito rojo de Asia Menor construida en el siglo IV. Junto al pedestal tiene una altura de 20 metros de altura. No siempre estuvo allí, pues en origen el emperador Constantino II lo ubicó en el Circo, pero tras muchas idas y venidas acabó presidiendo la plaza.
Detrás del Obelisco está el Hotel du Ville o Ayuntamiento. Más allá de ser un edificio súper bonito, también supone la puerta de entrada para visitar uno de los principales atractivos turísticos de Arlés: los Criptopórticos. Hablamos de una serie de estancias subterráneas que hacías las veces de cimientos del foro romano, y que hoy son visitables gracias a una profunda restauración a comienzos del siglo XXI.
No penséis todavía que hemos acabado con la Plaza de la República, pues cerquita del Ayuntamiento está la preciosa Catedral de San Trófimo. Es una joya de estilo románico que pone en valor la herencia medieval de la ciudad. Además de su vistosa portada (en la cual se narra el apocalipsis), merece la pena visitar su claustro.
En la plaza todavía hay espacio para otro templo, la Iglesia de Santa Ana de Arlés.
Teatro Romano
Tras un buen repaso a la Plaza de la República, nos dispusimos a hincarle el diente a la herencia que el Imperio Romano ha dejado en la ciudad de Arlés. Y, para ello, nada mejor que ir a visitar el Teatro Romano. Se calcula que en su interior llegó a haber capacidad para más de 10.000 personas, pues los estudios afirman que pudo tener más de 30 gradas.
Lamentablemente, se han perdido muchas zonas de esta fabulosa construcción, así que nos tenemos que fiar de lo que dicen arqueólogos e historiadores. En cualquier caso, sigue siendo un edificio muy presente en la vida de la ciudad, contando con eventos culturales durante buena parte del año.
Anfiteatro Romano
El que sí que ha resistido mejor al paso del tiempo es el Anfiteatro Romano, una joya a la altura de las más grandes del continente. Quizá no sea tan famoso como el Coliseo de Roma o el Anfiteatro de Pula, pero poco o nada tiene que envidiarles.
El Anfiteatro de Arlés fue construido en el siglo I antes de Cristo, llegó a tener una capacidad de hasta 20.000 espectadores y en su interior se han celebrado todo tipo de espectáculos a lo largo de los siglos: desde combates de gladiadores hasta corridas de toros. Se le conoce también como Las Arenas, y se trata del edificio más visitado en muchos kilómetros a la redonda.
Plaza del Foro
El otro gran punto de reunión de la ciudad es la Plaza del Foro, un concurrido espacio ubicado sobre los restos del antiguo foro romano. En la Oficina de Turismo nos recomendaron ir allí para buscar un sitio en el que comer y, aunque no terminamos de encontrar ninguno que nos convenciese (todos eran demasiado turísticos), es innegable que es uno de los puntos calientes de la gastronomía de Arlés. En la plaza apenas queda sitio para caminar entre tanto restaurante.
Se da la circunstancia de que en un rinconcito de la plaza está el establecimiento que sirvió de inspiración a Van Gogh para pintar el mítico Café de Nuit, uno de sus cuadros más representativos. Eso, sumado a los ya mencionados restaurantes, convierten a la Plaza del Foro en un lugar bullicioso y en el que encontraréis gente a cualquier hora. No fue el sitio que más nos gustó, la verdad.
Termas de Constantino
Los romanos hicieron prácticamente todo a lo grande en Arlés. ¿Hay que construir unas Termas? ¡Pues póngame unas de más de 8.000 metros cuadrados! Será por piedras y por agua…
Todo parece indicar que las termas fueron construidas en el siglo IV. Durante mucho tiempo fueron consideradas los restos de un palacio, pero los estudios más recientes afirman sin lugar a dudas que se trata de unas termas. Aunque han llegado bastante destrozadas al siglo XXI gracias a incendios o saqueos, sigue siendo un lugar la mar de interesante.
Campos Elíseos
No puede faltar una mención a los Alyscamps, una antigua necrópolis romana que más tarde fue convertida en cementerio cristiano. Están a las afueras de la ciudad y hoy en día no queda mucho de lo que fue, pero gracias a su enorme tamaño se han conservado un buen puñado de restos de enterramientos.
Extra: rutas temáticas en Arlés
Ruta Van Gogh
En Arlés, el qué ver y el cómo verlo tienen la misma importancia. Por eso, no queremos dejar de hacer mención a un par de propuestas que vimos en la Oficina de Turismo. Por un lado, podéis conseguir información para hacer una ruta siguiendo los pasos de Van Gogh, mostrando los lugares que más inspiraron al pintor.
Casco histórico de Arlés
Por otro lado, Arlés es mucho más que sus edificios de relumbrón. Os recomendamos encarecidamente que os centréis en las pequeñas cosas, paseéis sin rumbo y vayáis descubriendo poquito a poquito las calles con más encanto de la ciudad (que, por otro lado, no son las más visitadas).