Toda capital europea tiene su enorme avenida comercial, de esas en las que siempre hay gente con bolsas en la mano y escaparates en los que dejar volar la imaginación. En el caso de Dublín, sin duda la que ostenta esa posición es Grafton Street. Ubicada entre el Trinity College y el St Stephen’s Green, es un sitio perfecto para pasear a cualquier hora del día. No podéis visitar la capital de Irlanda sin pasar por aquí en algún momento.
Un paseo entre tiendas y músicos callejeros
Lo que en 1700 apenas era un simple callejón, poco a poco fue creciendo hasta convertirse en una larga y ancha avenida. Grafton Street atravesó momentos de lo más variopintos, pues lo que hoy es una vía comercial antaño fue el lugar más degradado de Dublín. Se dice que en la década de 1870 trabajaban a diario hasta 1500 prostitutas en esta calle, siendo literalmente intransitable para gente que no fuese en busca de sus servicios.
Las autoridades se interesaron por su mejora debido a su céntrica ubicación, poniendo en marcha diferentes planes para recuperarla. Así, en el año 1982 pasó a peatonalizarse por completo, tras varios proyectos fallidos en la década anterior. Fue así como sus comercios empezaron a revalorizarse, llegando al punto actual de absoluto éxito. De hecho, en el año 2008 el metro cuadrado en alquiler salía a 5621€, lo que le convertía en la quinta comercial más cara del planeta.
Pasear por Grafton Street es sinónimo de moverse entre tiendas de lujo, las mismas que se podrían encontrar en la Calle Serrano de Madrid o en el Quadrilatero d’Oro de Milán. Sin embargo, aquí todos esos comercios high class conviven con tiendas mucho más mundanas, como una Lego Store de dos plantas o la popular heladería Gino’s (una de las más famosas de la ciudad).
Junto a todos esos comercios, también encontraréis músicos callejeros cada pocos metros. La calidad de los mismos es absolutamente asombrosa, mucho mayor de lo que cabría esperar. Además, los estilos también son de lo más diversos: tan pronto encontraréis a una chica tocando un violín como a un joven cantando canciones de Fito y los Fitipaldis.
¿Merece la pena ir a la Grafton Street? Sin duda alguna, es uno de los lugares más concurridos, divertidos y fascinantes de Dublín. A cualquier hora del día encontraréis movimiento y cosas para hacer. Puede ser un plan estupendo en un día de lluvia, ya que podréis resguardaros de las inclemencias del tiempo yendo de tienda en tienda.
¡No olvidéis visitar a Molly Malone!
En el extremo norte de Grafton Street, trasladada en el año 2014 por las obras del tranvía, se encuentra la mítica estatua de Molly Malone. El monumento pone en valor la figura de una bella pescadera, que ofrecía sus productos al alegre grito de «berberechos y mejillones vivos». Su historia quedó reflejada en la canción Cockles and Mussels, en la cual se narra su historia.
Pese a que parecer ser que Molly Malone no existió en realidad, lo cierto es que su canción es el himno no oficial de Dublín. ¡Todo el mundo en la ciudad la conoce! Y es que, como no podía ser de otro modo, hay un girito: Molly vendía pescado por el día, pero también por la noche… de otro modo. Resulta que era prostituta, algo que no se menciona explícitamente en la canción pero que pertenece al imaginario popular.
Si os fijáis en la estatua, veréis que hay una zona especialmente desgastada: los pechos. Se dice que quien los toca tendrá buena suerte, por lo que nunca faltan los turistas retratándose así o los locales que le pegan un toquecito a la que pasan por la zona.