El Jardín Botánico Ártico-Alpino de Tromso, el más septentrional del mundo

El Jardín Botánico Ártico-Alpino de Tromso fue una de las grandes sorpresas que nos llevamos durante la visita a la ciudad. Fuimos a verlo sin saber prácticamente nada de él, tan solo porque nos llamó la atención que fuese el jardín botánico más al norte del mundo, y nos encontramos una auténtica joya.

El Jardín Botánico de la Universidad de Tromso

Fundado en 1994, el Jardín Botánico de Tromso es hijo directo de las condiciones climáticas que hay en la ciudad. Aunque por su localización debería tener el mismo clima ártico extremo que hay en las costas septentrionales de Alaska, lo cierto es que la Corriente del Golfo hace que los inviernos sean moderados y los veranos frescos, por lo que la flora de la región está a medio camino entre lo ártico y lo alpino.

Este jardín botánico depende directamente de la Universidad de Tromso (la conocida como Universidad del Ártico). De hecho, es un miembro más del Museo de Tromso, del cual podéis visitar otras dependencias a lo largo de la ciudad.

Aunque realmente el jardín es accesible las 24 horas del día (no hay puerta ni siquiera) los 365 días del año, lo cierto es que está operativo únicamente los meses cálidos del año. Más o menos de marzo a octubre es cuando podréis visitarlo, ya que en la época fría está totalmente cubierto de nieve.

Hay alrededor de 5000 especies, las cuales han llegado hasta allí a través de intercambios con otros jardines botánicos del planeta. Aunque la temática es la vegetación ártico-alpina y la mayor parte de los ejemplares proceden del hemisferio norte, lo cierto es que hay algunas especies originarias de Chile o Sudáfrica. Para ello se han simulado laderas sureñas utilizando rocas.

Un paseo por la vegetación ártica y alpina de todo el mundo

Como ya hemos dicho, el jardín se puede visitar a cualquier hora del día. Basta con aparcar junto a él (es gratuito) o incluso ir andando, ya que está relativamente cerca de un punto de atraque para ferrys y cruceros.

Nosotros fuimos en su momento de máximo esplendor, justo a mitad de verano, y lo que nos encontramos superó todas nuestras expectativas. El Jardín Botánico de Tromso es enorme, está muy cuidado y no resulta agobiante en ningún momento, pese a que nos lo encontramos repleto de visitantes.

Por cierto, es un sitio increíblemente didáctico. Por doquier vimos paneles informativos, explicando cosas desde un punto de vista interesantísimo y con una calidad extrema. De verdad, la gente que está detrás de este proyecto hace las cosas muy bien.

En medio del jardín botánico hay una pequeña cafetería, en la cual es posible tomar un té a media mañana o a media tarde. No se nos ocurre un escenario mejor para empezar o terminar una visita a Tromso, una ciudad repleta de sorpresas.

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