Corría el 13 de diciembre de 1989 cuando en Avesta, una pequeña ciudad del centro de Suecia, se inauguró el Dalahästen. Bajo ese nombre responde el Caballo de Dalecarlia más grande del mundo, gracias a sus más de 6 metros de alto (621 centímetros, para ser exactos). Hoy os contamos su historia, la cual cuenta con momentos tan gloriosos como decadentes.
Auge, caída y renacimiento del Dalahästen
68 toneladas de puro cemento, pintadas al estilo tradicional de los caballos de Dalecarlia. Con sus 6,21 metros, se trata de una mole que fue construida específicamente para atraer turistas. ¡Y vaya si lo consiguió! Al menos durante un tiempo…
Y es que, durante los primeros años, Avesta se situó en el mapa del turismo de interior sueco. Todos los habitantes del país querían ver la escultura que había batido el världsrekord (el récord del mundo) en cuanto a caballos de madera se refiere. Hablando de marcas, el célebre atleta sueco Armand Duplantis fue el primer humano en superar la marca de 6,21 metros en la prueba de salto con pértiga. Como justo coincide con el tamaño del Dalahästen, se instaló un panel informativo para recordar tal hazaña.
Sin embargo, la pequeña industria surgida alrededor (tiendecitas y puestos de comida) no duró demasiado. Poco a poco dejó de ser popular, hasta el punto de caer en el olvido. De hecho, se le reubicó en un lugar tirando a marginal, en el que incluso comenzó a deteriorarse.
Por suerte, todo cambió con la celebración del 30 aniversario de la inauguración del Dalahästen. Las autoridades decidieron hacerse cargo del bicho, lo restauraron y lo volvieron a presentar al público en 2019. Esta vez se ubicó en medio de un centro comercial, lo cual le asegura un cierto número de visitantes constantemente. Y allí fue donde lo visitamos nosotros.
Interés turístico en medio de un centro comercial
¿Merece la pena ir específicamente a ver el Dalahästen? Bueno, según se mire. A nosotros nos encantan las esculturas gigantes y tróspidas, por lo que no nos importaría desviarnos para ir a un sitio así. Sin embargo, tenemos que reconocer que fuimos a verlo porque nos pillaba de camino. Fue una parada simpática, pero tampoco nos cambió la vida.
De hecho, hay dos cosas que nos llamaron la atención para mal. Por un lado, el hecho de que no sea de madera. Se nota que es una masa de cemento, por lo que no es que tenga mucho encanto. Por otro lado, no deja de estar en medio de un aparcamiento del típico centro comercial del extrarradio de una ciudad. Nosotros fuimos además en sábado por la mañana, por lo que había muchos restos del botellón de la noche anterior.
Sea como fuere, sirva este post para rendir homenaje al Dalahästen, un colosal caballo de madera en el corazón de Suecia.