Seguimos explorando las maravillosas ciudades de Puglia, en este caso para hablaros de Polignano a Mare. Es uno de esos sitios que responden a las mil maravillas a lo que todos tenemos en la cabeza al pensar sobre un destino del sur de Italia: playas cristalinas, un casco histórico bien coqueto, olor a gastronomía mediterránea en cada rincón… Es un lugar inspirador y sorprendente, muy conocido en el turismo interior pero que quizá no sea tan conocido para viajeros españoles. Aquí os traemos todo lo que ver y que hacer allí.
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Un pueblo de poesía en la costa del Adriático
Aunque a veces identificamos destinos de sol y playa con chalets y construcciones modernas, nada que ver con el protagonista de este artículo. Y es que Polignano a Mare tiene sus raíces en el Imperio Romano, cuando la ciudad era clave en sus circuitos comerciales con oriente.
El paso del tiempo tampoco es que haya cambiado demasiado la zona. Obviamente sí, pero se mantiene la esencia gracias a un adorable centro histórico bien resguardadito en su muralla, con los acantilados limitando su superficie a lo estrictamente necesario.
La visita a Polignano a Mare no debería llevaros más de media jornada. Vale, el tiempo se puede ir volando entre sus playas, sus pizzas o sus deliciosos helados (aprovechamos para recomendar el Bar Gelateria Mario Campanella, justo en la entrada de la zona histórica), pero es un sitio tirando a chiquitito.
Puede que también os entretengáis buscando carteles con pequeños fragmentos de poesía. La zona turística está repleto de ellos gracias a Guido Lupori, un artista procedente de Bari que se pasó los años 80 del siglo XX «decorando» la ciudad. Sus obras están firmadas bajo el seudónimo de Guido Il Flâneur.
Antes de empezar a contaros todo, una última recomendación. Aparcar junto al casco histórico se hace muy complejo en temporada alta, lo mejor es que dejéis el coche donde podáis y vayáis andando hacia el cogollo central. Sin embargo, de octubre a mayo es bastante más fácil. Nosotros mismos lo dejamos al ladito de la heladería que os decíamos antes, a solo un par de minutos caminando de las murallas.
Turismo en Polignano a Mare
Murallas
Precisamente, vamos a empezar por las murallas de Polignano a Mare. No esperéis las típicas murallacas enormes como las de Ávila o Lugo, pero si un perímetro la mar de chulo. Básicamente habría que diferenciar entre dos partes: el lienzo central que da acceso al casco histórico y los trocitos que sirven para reforzar los acantilados sobre los que se asienta la ciudad.
Nosotros entramos por el Arco Marchesale, el que antaño era el único acceso a la urbe. Hoy en día hay alguna vía más de acceso, pero sin duda os recomendamos empezar por ahí.
Casco histórico
Una vez crucéis el arco, estaréis ya metidos de lleno en el casco histórico de Polignano a Mare. Es muy recogidito: apenas cuatro calles que se van entrelazando entre sí, de una manera tan sinuosa como evocadora.
La verdad es que nos gustó absolutamente todo: poder reconocer influencias de periodos históricos muy diferentes, las infinitas tiendas de artesanía (de la de verdad), que los restaurantes no tuvieran precios inflados pese a estar en una zona tan turística…
Para completar el lienzo, tenemos que decir que nos encantó el ambiente de Polignano a Mare. ¿Habéis estado alguna vez en una de esas ciudades en las que todo el mundo está de buen humor? Pues aquí encontramos eso, pero llevado al extremo. Se nota que la gente es más feliz cuando está de vacaciones y en sitios bonitos.
Piazza Vittorio Emanuelle II
Uno de los espacios más destacados de Polignano a Mare es la Piazza Vittorio Emanuele II. Merece una mención aparte por ser la zona más amplia del casco histórico, todo un lugar de reunión para los habitantes de la ciudad, congregar algunos de los edificios más interesantes y también por su oferta gastronómica y de shopping.
Palazzo Ventura
En primer lugar, en uno de los costados está el Palazzo Ventura, un edificio que ya estaba en la Edad Media pero que fue reconstruido completamente entre los siglos XVII y XVIII. Tiene tres plantas y una perturbadora falta de simetría que lo hace muy fotogénico.
Palazzo Comunale detto dell’Orologio
El segundo protagonista de la piazza es el Palazzo Comunale detto dell’Orologio. Dicho de otro modo: el típico palacete con torre del reloj que no suele faltar en ninguna ciudad italiana. Perteneció a un mercader local hasta que pasó a propiedad municipal, siendo la sede del ayuntamiento desde el siglo XVI hasta 1837, cuando se movió al Palazzo San Giuseppe. Obviamente, su elemento más representativo es el reloj de la parte superior.
Iglesia de Santa María Assunta in Cielo
Por último, no os podéis ir de esta plaza sin visitar la Iglesia de Santa María Assunta in Cielo. Está abierta la mayor parte del día y en su interior podéis disfrutar de infinidad de obras de arte.
Miradores
Eso sí, si somos sinceros, lo más vistoso de la ciudad no está dentro de un edificio. De hecho, si tuviésemos que quedarnos con algo sería con los miradores de Polignano a Mare. Todos tienen nombre y están señalados en los mapas turísticos, pero realmente no hace falta ir a tiro hecho: a poco que vayáis paseando sin rumbo, irán apareciendo ante vosotros.
El más famoso es la Terraza Santo Stefano, pero nosotros fuimos a varios más. Eso nos permitió asomarnos a la playa, al mar abierto, al resto del pueblo o a los campos de los alrededores.
Piazza San Benedetto
En el centro hay otro espacio de amplitud, la Piazza San Benedetto. Aunque por sí misma es muy bonita y esconde algunos lugares destacados (como Vico Chiangella, con una leyenda sobre los piratas turcos muy interesantes), lo cierto es que no tiene nada que ver con la Piazza Vittorio Emanuelle II. ¿El motivo? Pues el ambiente. Mientras que la anterior era un auténtico hervidero, en esta no había prácticamente nada.
Via Anemone
Salimos del casco histórico recorriendo la Via Anemone, una larga arteria repleta de restaurantes y tiendas. Puede que sea más moderna, pero también tiene todo el encanto. Dicho sea de paso, suspendida en el aire se encuentra la letra de la canción Volaré (Nel blu dipinto di blu), la obra maestra de Domenico Modugno. El cantante es toda una institución en Polignano a Mare: no solo es su pueblo natal, sino que se inspiró en él para componer la canción con la que representó a Italia en Eurovisión. ¡Hasta le han hecho una estatua de tres metros!
Puente Borbónico
Para el final nos hemos dejado una auténtica joyita. Antes de iros, bajad hacia el puente que hay (a mano derecha según se sale o a mano izquierda si aun no habéis entrado en el casco histórico). Es el Puente Borbónico, que os ofrecerá una panorámica privilegiada de la Lama Monachile (la playa principal de Polignano a Mare).
Esta es la estampa más típica de la ciudad. Desde aquí podéis contemplar el caminito hacia la playa y sus cuevas, además de recrearos con la estampa de las casas en las alturas, construidas directamente sobre la roca madre. Solo por esto ya merecería la pena ir hasta Polignano a Mare, por lo que no se nos ocurre una manera mejor de empezar o terminar la visita a la ciudad que acercarse hasta el puente.