Ubicado al sur del Milán más turístico, Porta Ticinese es un interesantísimo distrito en el que conviven grandes edificios, tiendas alternativas y algunos de los mejores restaurantes de la ciudad. Quizá no sea una zona tan conocida como la que rodea al Duomo o al fantástico Castello Sforzesco, pero no hay milanés que no recomiendo su visita. Aquí os contamos su historia y cómo fue nuestro recorrido por allí.
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Un cruce de caminos con mucho que ver y que hacer
En apariencia, Porta Ticinese no es más que un lugar de paso. Conecta dos de los puntos más visitados de la ciudad: los fabulosos Navigli y las Columnas de San Lorenzo. Sin embargo, esos uno de esos sitios en los que resulta imposible andar sin detenerse cada pocos pasos. Hablamos de una zona con muchas cosas para ver, que es realmente bonita en su conjunto y que no está tan masificada como otras áreas de Milán.
El distrito de Porta Ticinese tiene identidad propia. De hecho, la tiene literalmente: el escudo de este barrio histórico es un taburete rojo de tres patas sobre fondo plateado. En origen estaba pegado a las murallas de la ciudad (de ahí el nombre), siendo una de las principales arterias para adentrarse en el centro de Milán.
Sin embargo, hoy en día no destaca por su carácter histórico sino por su vibrante modo de vida. A lo largo y ancho de Porta Ticinese encontraréis tiendas alternativas, de esas en las que se pueden encontrar antigüedades y objetos de vanguardia compartiendo estantería. También hay algunos establecimientos de grandes marcas de moda, como un recordatorio de que el viajero sigue en Milán. Por supuesto, la oferta gastronómica es magnífica, a la vez que el barrio se postula como uno de los que mejor nightlife tienen en la ciudad.
Qué ver en Porta Ticinese
El árbol más antiguo de Milán
Aunque en todas las guías de viaje se da por hecho que el punto de partida para visitar Porta Ticinese es su arco, nosotros queremos detenernos un poquito antes. Justo en la línea divisoria entre la zona que protagoniza este artículo y Navigli os espera el árbol más antiguo de Milán. Como si de un bastón se tratase, su enorme tronco ha requerido de la instalación de una estructura metálica para ayudarle a sobrellevar el paso del tiempo.
El árbol tiene su propia historia. Fue plantado en 1924 por la familia Capè, como homenaje a su hijo y sus compañeros caídos en la I Guerra Mundial. De hecho, año tras año se depositan coronas de flores bajo su copa, como recuerdo de los italianos que perdieron su vida en el conflicto.
Arco
Un poquito más antiguo es el Arco de Porta Ticinese, conocido también como Porta Cicca. Qué no os engañe su aspecto neoclásico, pues poco o nada tiene que ver con los viejos arcos romanos. En este caso, se trata de una obra construida entre 1801 y 1813 bajo órdenes de Luigi Cagnola. El arquitecto es responsable de otros grandes hitos de la ciudad, como el Arco della Pace que hay en los límites del Parque Sempione. El texto de la fachada está dedicado a la paz liberadora del pueblo, en latín.
Corso Porta Ticinese
Nada más cruzar el arco estaréis en Corso Porta Ticinese, la principal arteria del distrito. Es una calle espectacular, de esas en las que se avanza a ritmo muy reposado. Y es que prácticamente resulta imposible dar un paso sin detenerse a ver un monumento, sin quedar fascinados por una pintura mural o sin sentir la sensación irresistible de querer entrar a ver una tiendecita.
Como hemos dicho, se trata de uno de los barrios alternativos de Milán. Por doquier veréis tiendas de ropa vintage, pequeñas tiendas en las que artistas locales venden sus productos y escaparates de proyectos que se debaten entre las antigüedades y la vanguardia. Merece la pena pasear por allí, no hay duda. Pocas calles como esta representan la Milano da bere, esa en la que la cultura brilla, los aperitivos se alargan y la vida social se eleva a su máxima expresión.
Basílica de San Eustorgio
También hay sitio para la fe en Porta Ticinese. En este caso, la gran representante de la vida espiritual en el barrio es la enorme Basílica de San Eustorgio, un templo que sencillamente os dejará sin palabras. Merece la pena que lo bordeéis, ya que cada fachada es absolutamente diferente. Una vez lo hayáis hecho, entrad a contemplar su interior e incluso a disfrutar de su museo (si no os importa rascaros el bolsillo). Tenemos un artículo hablando en detalle de este edificio, ya que hay mucho que decir sobre él.
Porta Ticinese Medieval
La puerta de salida (o de entrada, si hacéis el recorrido al revés que nosotros) es la Porta Ticinese Medieval (o Antica Porta Ticinese). Es uno de los dos accesos originales que se conservan de la muralla milanesa del siglo XII, lo cual hace que sea uno de los elementos más antiguos de la ciudad. Ha perdido cierto protagonista (si le preguntáis a una persona de Milán por la Porta Ticinese os mandará al arco que os acabamos de enseñar), pero en nuestra opinión sigue mereciendo la visita.
La conexión entre Navigli y las Columnas de San Lorenzo
Es una obviedad, pero una de las grandes excusas para recorrer Porta Ticinese es la visita a sus alrededores. Justo al sur del arco decimonónico os esperan los Navigli, uno de los barrios más interesantes de Milán. Sus canales no solo llenarán vuestro teléfono de imágenes inolvidables, sino que además es una de las mejores zonas de la ciudad para hacer el aperitivo, comprar libros de segunda mano o visitar galerías de arte.
Por otro lado, en el extremo norte del barrio están las Columnas de San Lorenzo, uno de los pocos vestigios en pie de época imperial romana que quedan en Milán. Se trata de un conjunto de columnas de unos siete metros y medio de alto, rematadas con capiteles corintios que sirven para sostener el cornisamento. No hay guía sobre la ciudad que no mencione esta plaza, así que bien haríais en dejaros caer por allí.