La zona más sorprendente de Milán, sin lugar a dudas, es el barrio de Navigli. Tiene una mezcla equilibradísima entre barrio bohemio, espacio histórico, centro gastronómico y espacio de shopping que le hace adorable a más no poder. Vamos a intentar ser todo lo objetivos que podamos, pero desde ya os confesamos que es nuestra parte favorita de la ciudad. ¡Absolutamente imprescindible!
Unos canales que no resistieron el paso del tiempo
«¿A quién le importa que Milán no esté frente al mar ni tenga río navegable? Unos barcos siempre quedan bien.» Suponemos que algo así fue lo que pensaron allá por el siglo XII, cuando pusieron en marcha una tupida red de canales en el centro de la ciudad. Bromas aparte, lo que en origen fue un sistema para regar y mover mercancías acabó convirtiéndose en una de las señas de identidad de Milán. De hecho, en el siglo XIX era algo así como la capital fluvial del centro de Europa, con un ajetreadísimo transporte de mercancías.
Todo cambió con el rápido ascenso del ferrocarril. Los canales perdieron su razón de ser, cayeron en desuso y se convirtieron básicamente en vertederos. En el periodo de entreguerras del siglo XX, buena parte de los canales se convirtieron en calles, quedando inutilizados casi todos en la década de los 70 de esa centuria.
Por suerte, dos valientes pudieron sobrevivir a las vicisitudes del tiempo: el Naviglio Pavesse y el Naviglio Grande. Tras unas décadas de abandono, en las que todo indicaba que iban a sufrir la misma suerte que sus hermanos caídos, las autoridades pusieron el foco en ellos. Fueron restaurados, puestos en valor y se convirtieron automáticamente en una zona de ocio con un ritmo frenético.
Hay mucho que decir sobre Navigli, un barrio que cada tarde se llena de gente procedente de todas partes del mundo. A modo de referencia, el Naviglio Pavesse es el canal para los chavales. Allí veréis a mucha gente sentada en el suelo, compartiendo música alternativa y pasándolo en grande en las horas centrales del día. Por otro lado, el Naviglio Grande es el que se ha dedicado a un ocio más adulto: terrazas en las que hacer una buena apericena, tiendas de antigüedades, exposiciones de arte… y turistas, muchos turistas. Preparaos para las aglomeraciones, porque están prácticamente aseguradas.
Vida bohemia entre aperitivos y galerías de arte
Nosotros siempre recomendamos ir a Navigli al atardecer, pues es el momento en el que el barrio brilla con todo su esplendor. Sin tener en cuenta la comida, considerad que hacen falta al menos un par de horas para exprimir esta zona. Allí os esperan un par de iglesias, puestos ambulantes con todo tipo de mercancías, librerías de viejo que son una maravilla, el famoso Vicolo delle Lavandaie (el Callejón de las Lavanderas, con varios lavaderos cubiertos que se han conservado), galerías de arte, patios de viejos edificios que son visitables… La lista es interminable.
Os recomendamos también cruzar los puentes, pues a mitad de ellos obtendréis las mejores vistas panorámicas de Navigli. Para muestra, la foto de debajo.
En cualquier caso, lo mejor del barrio es su ambientazo. Hay sitios que respiran felicidad, en los cuales todo el mundo va con una sonrisa de oreja a oreja. Navigli es uno de esos lugares, no cabe duda. Además, da la sensación de que hay tantas visitas al barrio como días del año, pues nada tienen que ver las cortas pero animadas tardes de invierno con los húmedos atardeceres de verano.
Al igual que ocurre con otras zonas de Milán, como la Piazza Gae Aulenti, el barrio de Navigli no está precisamente en una ubicación céntrica. Sin embargo, pensamos que su visita es absolutamente imprescindible. Tanto por la importancia histórica que tienen estos canales como por la realidad que tienen hoy en día. No hay paseo por la zona que no acabe creando un buen puñado de recuerdos imborrables.
