Nos encantan las ciudades que tienen sus propias recetas o productos gastronómicos. Es el caso de Bath, la elegante urbe del suroeste de Inglaterra, que tiene en el Bath bun a uno de sus grandes embajadores. Se trata de una especie de panecillo dulce que se sirve por toda la urbe, aunque tiene su punto más emblemático en Sally Lunn’s, un establecimiento que lleva en funcionamiento desde el siglo XVIII. En este artículo os contamos cómo es este dulce, repasamos sus disputados orígenes y también os ponemos la receta, para que podáis hacerlos vosotros mismos en casa.
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El bollo más famoso de Bath
Empecemos por lo más básico, respondiendo a la pregunta del millón: ¿qué es el Bath bun? Se trata de un bollo dulce, con una base de harina, mantequilla y huevos. Puede comerse tal cual, aunque lo normal es que se sirva con infinitos acompañamientos y se presente con muy diversas variciones.
Por poner algunos ejemplos, esta especie de brioche puede tener por encima pasas, grosellas o incluso pepitas de chocolate. También puede servirse abierto, con mantequilla y mermelada en su interior. ¡Incluso con una montaña de nata!
Si bien es cierto que se puede encontrar en prácticamente cualquier cafetería o salón de té de Bath, tal y como decimos en la introducción tiene un punto de visita obligada: Sally Lunn’s. No solo se atribuyen su invención (en el siguiente apartado hablaremos de ello), sino que allí podréis degustarlos o comprarlos para llevar. Los venden por algo más de tres libras la unidad, en unas cajas de cartón preciosas. Claramente es uno de los mejores souvenirs para comprar en Bath.
Orígenes disputados, fama legendaria
Vamos ahora a la polémica. Para empezar, hay quien diferencia el Bath bun genérico del Sally Lunn bun (el que se sirve en el establecimiento anterior). Parecen claramente la misma cosa, al menos visto con los ojos de un viajero.
Sea como fuere, lo cierto es que los orígenes se encuentran en disputa. Desde Sally Lunn’s afirman que la receta fue traída a Bath por la refugiada hugonote Solange Luyon, allá por el año 1680. En un montón de webs hemos leído que esto es más una leyenda que otra cosa, ya que no hay ningún documento histórico que apoye esta idea.
Por otro lado, los estudiosos señalan a William Oliver (inventor también de las míticas galletas Bath Oliver) como el padre de la receta. Este, a su vez, habría tomado como base la Bath cake, otro dulce que se producía en la ciudad.
No sabemos cual de las dos hipótesis es la buena, pero queda claro que los Bath bun son toda una institución en la ciudad. No podéis iros de allí sin probar uno, tanto por su delicioso sabor como por su impacto en la cultura local.
Por doquier veréis referencias a que este bollo era el favorito de Jane Austen. Se dice incluso que los llevaba a su habitación a escondidas, porque al parecer su tía no quería que se gastase tanto dinero en ellos. También veréis a este dulce mencionado en Las Campanas, una novela corta de Charles Dickens.
Receta del Bath bun
Para terminar, aquí os dejamos la receta del Bath bun. Con ella os saldrán alrededor de 12 porciones de este delicioso bollito.
Ingredientes
Lo primero, necesitaréis:
- 115 gramos de mantequilla sin sal.
- 450 gramos de harina.
- 7 gramos de levadura instantánea.
- 230 mililitros de leche.
- 2 huevos grandes.
- Azúcar y sal.
- Glaseado (se prepara con una cucharada de leche y dos de azúcar)
Tened en cuenta que el bollo se puede servir con diferentes toppings y guarniciones. Eso ya lo dejamos a vuestra elección.
Preparación
Hay que hacer una masa con la harina y la mantequilla. Cuando esté lista, echadle la levadura, 4 cucharadas de azúcar y una pizca de sal. ¿Vuelve a ser una masa? Entonces echad los huevos y la leche. Hay que amasar manualmente, hasta que quede una masa pegajosa. Conviene que trabajéis la masa durante al menos 10 minutos. Cuando terminéis, dejadla en un cuenco tapada durante un par de horas.
Cuando la masa haya duplicado su tamaño, haced unas doce porciones y ponedlas en una bandeja de horno, sobre papel vegetal. Cubridlas con un paño de cocina húmedo y dejad que vuelvan a aumentar su tamaño, en este caso durante unos 45 minutos.
Preparad un glaseado mezclando una cucharada de leche y dos de azúcar. Con un pincel de cocina, pintad los bollitos generosamente con ese líquido. Con las mismas, metedlos al horno (primero hay que precalentarlo y luego dejarlos unos 25 minutos a máxima temperatura).
El tiempo de horneado depende del horno, id vigilando. Deberían estar dorados por arriba, pero sin pasaros. Cuando tengan buen colorcito… ¡estarán listos para comer!