Es imposible dar un paseo por el campo, por la montaña o por una playa remota sin toparse con unas cuantas piedras apiladas. Nunca falla. Se trata de una costumbre inofensiva en apariencia, pero que debería desaparecer de la faz de la tierra con urgencia. Y es que hacer esto no solo deteriora el paisaje, sino que además es sumamente perjudicial para la fauna y la flora.

Una costumbre con solera y muy de moda en redes sociales
Inocente en apariencia, la costumbre de apilar piedras se ha extendido por todo el mundo. Hay quien busca los orígenes en el budismo, ya que apilar piedras en un montículo es una manera de exteriorizar el equilibrio interno de una persona.
Cultura zen aparte, lo que antaño era una manera de indicar que alguien había pasado por un sitio o de señalizar un camino, poco a poco se fue yendo de madre. Sin lugar a dudas, la generalización de las redes sociales tuvo que ver en esto. ¡Si hasta hay cuentas de instagram dedicadas en exclusiva a mostrar piedras en equilibrio!
Una simple búsqueda en Google es suficiente para mostrar la problemática que supone la extensión de esta práctica. A poco que pongáis «problema apilar piedras» o cualquier otra búsqueda derivada, veréis a administraciones de todo el mundo quejándose de la proliferación de esta costumbre, de lo nocivo que es para sus atractivos turísticos y de las medidas que van a tomar para erradicarlo.
Y no solo porque acaba con la diversidad paisajística del planeta, sino porque mover piedras de manera masiva de un sitio tiene infinidad de problemas medioambientales. Por ejemplo, en entornos salinos las rocas dan cobijo a las pocas plantas que pueden crecer. Si esas piedras se desplazan de manera artificial, la vegetación desaparece de manera casi instantánea.

¡Hasta la ciencia está en contra!
Ya en el año 2020, la prestigiosa revista científica Human-Wildlife Interactions alertaba, a través de una carta firmada por varios reputados científicos, de que la manipulación de piedras y rocas por parte de los humanos suponían una amenaza para miles de especies.
Anna Traveset, investigadora del CSIC, señaló en 2021 que se trata de una moda banal y que supone un grave atentado contra el medioambiente y el paisaje de las áreas naturales. Especialmente en ecosistemas frágiles, como Parques Naturales.
Nosotros hemos visto ejemplos muy notables en los que esta práctica ha cambiado por completo un paisaje. Hablamos de sitios muy distantes entre sí, como cuando paramos a ver el Círculo Polar Ártico en la E6 (Noruega) o en la Playa de las Catedrales de Ribadeo. En algunos han conseguido darle la vuelta a la situación, pero otros están perdidos a su suerte.
Sirva este humilde post para mostrar nuestro enérgico rechazo a una costumbre que no suma, sino que resta. Una norma que aplicamos en nuestra vida para absolutamente todo (desde cuando viajamos a cuando conocemos a una persona, pasando por cómo trabajamos o cómo nos tratamos entre nosotros) consiste en que siempre hay que dejarlo todo mejor que como lo encontramos. Y apilar piedras, desde luego, no mejora nada.

2 respuestas
TAMBIÉN DEBERÍAN desaparecer de la tierra aquellos que día a día se roban el agua he intervienen las napas para su beneficio………alguna entidad que los persiga o eso no afecta a las arañitas y demas…..
Todo aquel que no respete a la naturaleza no se respeta a sí mismo 🙁